Hacia la década de los 60 se produjo un movimiento de contracultura llamado psicodélico. Un período de nuestra sociedad en donde quizá los instintos más primitivos y libertinos del ser humano salieron a flote. Drogas y sexo dejaron de convertirse en un tema tabú para pasar a formar parte de una forma compulsiva en el estilo de vida de muchos jóvenes. El arte absorbió este cóctel de elementos de una sociedad agitada y materializó lo que en aquel momento era una concepción y una filosofía vital de gran amplitud y apertura que aseguró una expresión fluida, salvaje y liberada de toda represión.
El término psicodélico fue empleado por primera vez por un psicólogo británico, Humphry Osmond que significa literalmente «manifestación del alma» y que fue alternado con el término lisérgico, que hace referencia a la denominación científica del LSD, una droga que alcanzó su apogeo de una forma preocupante. Todas las artes, incluyendo el cine o la literatura se vieron pronto salpicadas de unas características que definirían un estilo muy particular, donde los patrones caleidoscópicos y fractales eran recurrentes. Los colores se agrupaban formando combinaciones de salvajes contrastes y se recreaban de una forma recurrente collages y construcciones abstractas propias del delirio, el éxtasis, la trascendencia y la psicodelia más pura.
A continuación me gustaría compartir con vosotros esta corriente de una forma más gráfica con algunos ejemplos que hablan mejor por sí solos. ¿Te resulta atractiva esta estética?