Jean-Baptiste Camille Corot fue un pintor del siglo XIX que se caracterizó tanto por los retratos como por ser un gran paisajista. Su trabajo le llevó a ilustrar esas panorámicas de los campos italianos y franceses, y que fueron parte de su colección privada.
Y lo que fue una colección privada, pasó a posteriori a ser la fuente de inspiración para generaciones de artistas. Tal es así que a día de hoy sus trabajos con la luz y la sinceridad en la pintura sigue siendo materia de estudio.
En sus excursiones a la campiña, Corot se encargó de pintar los acueductos ancestrales y esos templos que casi estaban escondidos bajo la naturaleza en los paisajes de la Provenza francesa e Italia.
En su estilo propio capta la luz del día para plasmar esos paisajes en los que fluye el día, como si estuviéramos contemplando la misma mirada del pintor. Un artista que le dio un gran giro a su trayectoria para comenzar con 26 años con su estudio.
Con 1.500 francos fue capaz de iniciar su trayectoria en la pintura y usar los meses de verano para pintar exteriores en sus viajes. Realizaba bocetos directamente de la naturaleza y sus estudios transitaban por caminos de tierra.
Fue en su estancia durante 3 años en Roma cuando con la compañía de otros pintores jóvenes franceses, en sus salidas al campo, pintaría sus mejores obras. Estudios que captaban la belleza de esas panorámicas.
Su técnica «plein air», o pintar al aire libre directamente desde el sujeto, le llevó a decir que todo lo que fue hecho correctamente en el primer boceto, capturaba más precisamente las formas y la belleza de la naturaleza, que el estar luego pintando capas una encima de otra.
En esa improvisación fue donde Camille Corot encontró su santo y seña y así distanciarse de otros pintores para inspirar a siguientes generaciones de pintores. Os dejamos con los paisajes en acuarela de Chien Chung Wei.