Dominar un área de conocimiento es en definitiva un hecho satisfactorio para una persona y mucho más si esto viene corroborado por un instituto universitario o universidad. En todo caso, resulta una experiencia muy excitante y en ese sentido, incentivadora a la práctica del área a la que hayamos decidido rendir cuentas con nuestro valioso tiempo. En definitiva, la certificación es tan solo el comienzo de una infinidad de experiencias que podrían llegar incluso a brindarnos más aprendizaje del que adquirimos en la universidad.
Ahora bien, el choque de realidades lleva por defecto un diferencia, que en la mayoría de los caso, puede resultar algo amargo pero necesario para nuestro ejercicio profesional. Se trata de la preparación que nos ofrece y para la cual nos predispone la universidad y de la preparación que nos ofrece la calle (por así decirlo).
¿Qué eliges tú?
Este artículo hablará sobre la disyuntiva que puede existir en el ejercicio del diseño gráfico al momento de realizar nuestros trabajos y al momento de satisfacer las demandas de nuestros clientes. ¿Diseñar para nuestros clientes o diseñar para diseñadores? Es principalmente el dilema abordado en este artículo.
El profesional del diseño gráfico se encuentra en su primer momento, su primer empleo y éste está más que ansioso por sus primeros trabajos a realizar, pues finalmente podrá aplicar todos los conocimientos que adquirió durante su formación.
A medida que realiza trabajos y despacha clientes, se da cuenta que en la mayoría de las ocasiones, el cliente hace caso omiso a las reglas del diseño gráfico (Veladas por el diseñador) y lo que realmente le interesa es ver su abstracción plasmada en una pantalla o papel. Y esto no termina aquí, pues la empresa misma responderá de manera receptiva ante esto.
“El cliente es el Rey” será el lema de la empresa, en la búsqueda de atraer clientes en la mayor posibilidad a su negocio. Esto, obviamente no responderá de manera satisfactoria para los trabajos del diseñador, pues, se trata entonces de la importancia que tiene la satisfacción del cliente, se trata incluso de la posibilidad de que la satisfacción del cliente pase por encima de los parámetros del diseñador, con tal de atraer a más clientes al negocio.
Esta realidad no es tan agradable para el diseñador y en definitiva muy dulce para el cliente, es una la razón de que aquel contraste resulte tan duro para el profesional. Puede ser duro, pero no es necesariamente el único destino de los diseñadores. Es en parte un tema de aceptación y así mismo, un tema de reformación dentro de los principios del diseñador. Se trata de pensar en gran parte en el cliente y en su satisfacción más que en nuestras reglas como diseñadores. En pocas palabras, enfocarnos en las demandas de nuestro cliente y por más ilógicas que éstas puedan resultar, tratar de abarcarlas en la medida de lo posible.
Desde un punto de vista, puede resultar muy trágico y es que sí, tener que responder a las demandas de una persona que no está considerando nuestra palabra en la medida en que nosotros la consideramos interviniente puede ser algo bastante agotador.
¿Cuál es la solución? ¿Qué es lo que podemos hacer ante esta situación?
Es una cuestión de saber delimitar a nuestros clientes, se trata de entenderlos, de pensar que ellos son los que de alguna manera dominan el marco teórico correspondiente a la elaboración de diseños, siendo esto imprescindible.
Ejemplo de esto puede ser la música y es que si estamos tocando para amantes del heavy metal, lo más conveniente será deleitarlos con una buena pieza de dicho género, por más que seamos nosotros los expertos en música y dominantes de aquella práctica, sabemos que esto será lo que en última instancia nos permitirá percibir buenas ganancias. Se trata entonces de saber lidiar con las masas de clientes, a través del conocimiento de sus demandas y consideraciones acerca del producto.
Diseñar para nuestros clientes puede resultar una buena práctica y es que nos daremos cuenta de cuáles son las preferencias típicas de nuestros consumidores. Estaremos al tanto de lo más cotizado dentro de nuestro mercado, teniendo en cuenta que en algún momento tendremos la oportunidad de desenvolvernos como los profesionales que somos.
Felicidades por el artículo, diría que de los pocos (si no el único) que ha puesto TODAS las tildes (estoy harto de la mediocridad de las cosas que se escriben sin el más mínimo detalle a las reglas, especialmente en feisbul y tuitel). Pero si la forma es muy buena el fondo es mejor, excelente artículo, a todos nos ha pasado, nada mejor que encaje tu visión con la del cliente, y aunque no debería ocurrir, cuando el cliente está en las antípodas y su criterio es manifiestamente mejorable, no puedo evitar trabajar con el piloto automático, no es frustrante, simplemente hay que ver el lado positivo, un trabajo que te exige poco y con el cliente se queda tremendamente satisfecho. De todos modos este trabajo es un aprendizaje constante y hay veces que tiene que venir alguien «de fuera» para que veamos nuestros fallos o incluso aprender cosas de gente completamente ajena al sector.
En mis años como Diseñador Gráfico e Ilustrador, uno trata con diferentes tipos de clientes, hay de los que te dan libertad creativa y te hacen acotaciones muy puntuales, con los cuales es un gusto trabajar y hay otros especialmente en esta época que te dan un trabajo y se sienten diseñadores, con los cuales es muy dificil trabajar, por eso digo: NO SIEMPRE EL CLIENTE TIENE LA RAZON, con respecto a si se Diseña para Diseñadores, allí si estaríamos fatal en pensar así, porque en el gremio de Diseñadores te encuentras con cada genio que se siente la última Coca-Cola del desierto…. Pero para mi ser Diseñador Gráfico es uno de los mejores trabajo que se puede tener, porque no es un trabajo monótono y siempre el cerebro esta rebuscando para darle al cliente la satisfacción de UN TRABAJO BIEN HECHO!!