Después de unas semanas de suma belleza y un increíble tacto en el uso de distintos materiales, tal como sucede con el pastel de Romero, vamos a pasar a lo bizarro, lo rebelde y el terror psicológico de Korehiko Hino.
La belleza nos muestra ese lado luminoso que podemos encontrar en un amanecer o en los primeros calores que llegan con la primavera, pero en lo oscuro y lo tenebroso se encuentran las sombras para una época negra de Goya o las obras escabrosas de Hino. Una obra irreverente y llamativa por ello en la que no esconde ningún elemento que pueda incordiar y remover conciencias y posturas.
Korehijo Hino es un artista japonés que vive en Tokyo que cuyas imágenes bizarras atraen al espectador hacia un trabajo tenebroso, cargado de sexualidad y crudo en si.
Sus figuras humanas como si fueran muñecos golpean con sus expresiones y apariencia. Sus proporciones y sus cuerpos guardan el género, si femenino o masculino. Hino crea una sensación de atmósfera luminosa pero que esconde pensamientos y emociones oscuras. Como en Un mundo feliz de Huxley, podemos encontrar ciertos matices de esa luminosidad que nos ponen ante estos muñecos que en sus enormes ojos y sus gestos nos aquietan durante instantes.
Puedo recordar al arte de Yannick de la Pêche con esa rebeldía y búsqueda de las no formas y que se distancia mucho de lo bello para pasar a lo sucio con su chico feo.
Hino, con sus pinturas con esos grandes ojos que no parpadean, nos lleva ante el dramatismo y un toque surrealista. Frialdad y búsqueda de otras sensaciones, o quizás sin querer pasar por aquí.
Tenéis su propia web para seguir sus obras y exposiciones. Un pintor a seguir por su visión y por la forma extraña de impactar al espectador que pasa ante su obra artística.