The New Yorker anda en otra liga con esas portadas que ejemplifican perfectamente lo que está ocurriendo estos días en todo el mundo. La perspectiva de cada una de esas portadas que os compartimos desde estas líneas servirá perfectamente para mostrar la historia de estos días en el futuro.
Y no es solamente el mensaje o el motivo, sino el gran nivel artístico de cada una al igual que lo valiente que es esta publicación. Sobre todo cuando vemos la de Donald Trump donde muestra la ignorancia y soberbia que tuvo su mensaje a principios del mes de marzo.
Empezamos con la primera de Donald Trump y que evidencia perfectamente cómo se ha tomado el mensaje del COVID-19. No hay que añadir nada más, ya que la imagen lo expresa todo. Una mascarilla para cegar la vista del presidente de Estados Unidos.
Y con el rojo juega de The New Yorker para usar cada edificio que rodea a una persona para formar la imagen del coronavirus. Una portada de gran fuerza por el color usado y por cómo evidencia el distanciamiento social desde otra perspectiva; de hecho podemos acercarnos a Hopper para acoger su pintura desde otro ángulo.
La siguiente es la mítica estación de tren de Nueva York y que no es otra que la Grand Central Terminal. Ésta aparece totalmente vacía a expensas del limpiador que se encuentra totalmente solo.
Esta otra portada de The New Yorker nos lleva a esos pasillos de los hospitales con un enfermero llevando en su mano el móvil con la conexión por videollamada. Ésta es para el enfermo de coronavirus que espera poder ver a sus familiares antes de la fatídica noticia.
Y acabamos con la asolada escena de una ciudad como Nueva York por la noche y ese repartidor llevando a casa un paquete. Cinco portadas para cinco escenas y esos cinco instantes de unas semanas que pasarán a la historia de la humanidad.
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